lunes, 1 de marzo de 2010

Anticristo



He visto con retraso Anticristo de Lars Von Trier, y me hago una pregunta: ¿Anticristo es la expresión de un punto de vista misógino o es la representación de los temores ocultos de hombres y mujeres sobre la naturaleza humana que hemos relegado y anida en el inconsciente? No tengo respuesta inmediata.

La frase del personaje de Charlotte Gainsbourg: “La naturaleza es la iglesia del diablo” carga de sentido moral a la naturaleza: es el mal, frente al bien que significaría la cultura. La naturaleza es el reino del caos y la cultura es el orden. La naturaleza es el terreno de lo innominado, mientras que en la cultura todo tiene nombre. Si, como reza el Nuevo Testamento, Dios es el Verbo, es decir el lenguaje (que ordena al mundo); la naturaleza es lo contrario del verbo, lo opuesto al lenguaje, lo inefable, el desorden; el anticristo.

El primer contacto con la naturaleza que tenemos es la madre, es decir, la mujer. Según algunos psicoanalistas, el contacto con el padre significa el vínculo con el lenguaje. La ley del padre es la ley del lenguaje; es el orden pero también la represión. Ahora bien, si la mujer está más cerca de la naturaleza que el hombre, como se sostiene en la película y arguyen algunos psicoanalistas, y la naturaleza es demoníaca y por tanto malvada -como parece sugerir Lars Von Trier- la mujer sería esencialmente malvada, y habría que reprimirla. Las brujas fueron entonces justamente quemadas; el ginocidio es avalado. El personaje de Charlotte Gainsbourg teme de sí misma, de su esencia femenina, natural; y la mutilación del clítoris que se inflije también estaría justificada: el goce extremo es el caos, y hay que erradicar esa posibilidad de raíz, pues el eros fuera del control de la cultura conduce a la destrucción. No resulta casual que algunas feministas odien la película.

Pero los hombres –no únicamente las mujeres- son también parte de la naturaleza; ¿hasta qué punto, entonces, el film representa –queriéndolo o no- el temor a reconocernos todos los seres humanos como parte de la naturaleza, y a que habiten en nosotros tanto las pulsiones de vida como las de muerte?

Resulta, por último irónica la dedicatoria a Tarkovski. El director ruso expresaba en sus películas más bien el dolor por la separación del hombre de la naturaleza, y había en ellas una aspiración panteísta de volver a su seno; en el filme de Lars Von Trier hay terror ante esta perspectiva. Para Tarkovski la naturaleza era Dios, para el fóbico Lars Von Trier es el diablo.

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