martes, 12 de enero de 2010

Avatar y la mirada al otro



Avatar alude a un tema actual: la depredación de la naturaleza por empresas extractoras de minerales que miran a los habitantes de las tierras donde operan como salvajes, y que no tienen inconveniente en practicar un genocidio con tal de obtener el recurso que les reporte ganancias. Desde ese punto de vista, Avatar tendría una actitud favorable a las culturas del hemisferio sur amenazadas por el lucro de las empresas y países del primer mundo. Sería, como ha sostenido su director, una película en el fondo ecologista y pacifista. Sin embargo, Avatar presenta como héroe a un “hombre blanco” y ex marine para mayores señas, quien actúa como una especie de enviado divino y salvador anunciado por las profecías. Nada menos que la encarnación del destino manifiesto de los Estados Unidos, expresión del más rancio conservadurismo norteamericano. De allí las críticas que se le hacen sobre su implícito racismo.

Pero más allá de que Avatar plantee la salvación de los nativos por un hombre blanco en el clásico esquema colonizador hollywoodense, es interesante cómo se representa en la película la mirada del occidental sobre el otro. La de Avatar es una mirada occidental sobre los pueblos que no lo son. A semejanza de Distrito 9, el otro no tiene apariencia totalmente humana. Los habitantes de Pandora parecen gatos, así como los inmigrantes que habitaban las chabolas en Distrito 9 parecían camarones. Es muy probable que así miraran los conquistadores europeos a los indios americanos. No como gatos o camarones, pero sí como una mezcla monstruosa de hombre con animal. Basta leer las crónicas de la época. El relato que hizo Colón de sus viajes, por ejemplo. No hay que olvidar, además, que hubo una polémica en la España del siglo XVI sobre la condición humana de los indios americanos. Hubo quienes sostenían que no eran humanos. Así miraban los occidentales hace siglos al otro. ¿Es así como siguen mirándolo?

Sería interesante ver una película hecha desde los pueblos que han sufrido (y sufren) la colonización y la discriminación, donde se representara a los colonizadores como monstruos. Más o menos como percibieron los incas a los conquistadores españoles: seres a los que no se les podía ver el rostro porque estaba cubierto de pelos, con cuerpos de metal (las armaduras), y unas pijas inmensas y deformes (confundieron los penes con las espadas envainadas). Un cronista indio, además, los dibujó alimentándose de oro porque eso era lo que buscaban con mayor avidez.

1 comentario:

Fetish femina dijo...

Una visión sugerente la que muestras de esta película que si no fuera por las peripecias técnicas del 3D tendría como final ineludible un sueño profundo.

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